Y llega a su fín.
Siempre fuimos conscientes de que este día llegaría, incluso en los últimos tiempos ya se veía muy cerca, pero parece que nunca llegaba del todo, sin embargo, ya llegó. En los últimos días ha comenzado en mí algo que no es muy habitual,
Los Nervios. Nervios por una despedida, por lo que se deja, y por lo vivido. Nervios por el reencuentro con lo ya conocido, con los míos, con mi tierra. Nervios por la incertidumbre que se avecina, y sobre todo nervios inexplicables, nervios porque sí... Es cierto que no soy el hombre de hielo ni nada por el estilo, pero si los tengo, suelo ser capaz de ocultarlos, estos días, están siendo más fuertes que yo, y son muy transparentes para aquellos que han conseguido leerme como un libro abierto durante este año.
Y toca despedirse.
Despedirse del chilito, de los viajes, de Pascua, Atacama, Pucón, Valpo, Neruda y todos sus rincones.
Despedirse de Santiago, de los cerros, la plaza de concha y toro, de los perros de la calle, de las terrazas, de Bellavista, de los taxistas tuneros y románticos, de las micros y el transantiago, del señor del heladooo heladoo.
Despedirse del Arica a Punta Arenas, del cachai y el si "po", de la raja, del flaite y el cuico, del carrete, del vacan, del huevon la huevaa y el hueveo.
Despedirse de la pescadería, del cobrador, del vegetariano, de las cazuelas, de las empanadas, de los completos e italianos, de los Corrales, los peruanos, el sushi y hasta el Mamut.
Despedirse de mi maravillosa calle Lyon (aunque no a todos les guste), del maravilloso paseo al trabajo en los días soleados, del acercamiento a la diagonal por Guardia Vieja, de los porteros regando el cesped, despedirse hasta del Smog.
Despedirse de la independencia, del piso, de cada mueble, poster, planta, del cariño que se puso desde el primer día para convertirlo en un hogar y de todo lo pasado en él.
Despedirse del cable, del history chanel, del futbol a las 11 de la máñana, de las lavadoras que dejan manchas y de los porteros estrictos que a veces le da por la conversación.
Depedirse del trabajo, del horario funcionario, de las empanadas del castaño, del té y la fruta, de querer más a "papá o a mamá", de la músiquita, del "si tú no me hubieras tirado la nevera.." o de los momentos sabirneros, de la transición al No fumadores, de los activos de mañana y los de tarde, del Estrategia y el Diario financiero, de las crónicas de sociedad de La Tercera, de las guerras de clips, del messenger, de mover la papeleta durante 365 días y de esa ventana que sólo se abre en equipo.
Despedirse del Sofá, de la Batuta, del Clande, de las pelis de domingo, del biógrafo, de Lastarria, de las parrandas que se montaban sin salir del edificio. De las copas dobles, de los piscos y los vinos, de los after, de las mil y una noches.
Pero si algo echaré de menos, y tiene uno que despedirse es de vosotros. De todos y cada uno. Despedirse de
Roby y sus "roby´s", de sus conversaciones de lesbian dramas a primera hora, de sus lios y revueltas, de nuestra común pasión por las playas y el no usar crema, de sus "papiiii", de sus "amoreeee", del postre de todos los postres, de sus nacionalismos y su "primavera trompetera". Despedirse del tiramisú, de sus constantes manicuras, pedicuras, de su pánico a los terremotos y los posados en las fotos con mirada de gata. Despedirse de
Soni, de su E-entertainment y su Ericcson, del cubo de rubic, de la niña maravilla, la superdotada, la que devora libros, de sus borracheras divertidas, de la lágrima fácil y la implacable justicia social. Despedirse de su armadura que se derrite tan fácil como el chocolate, de la fuerza de la natura con ojos de corderito. En definitiva, despedirme de esa sala de trabajo en que la rutina era menos y a la que daba gusto llegar por la mañana sólo por que estos dos solazos de ñiñas me preguntasen como llevaba el día aún a sabiendas que no habría respuesta hasta las 11.
Despedirse de
Pablete, de sus Bucaques, de sus visitas, de sus encierros findesemaneros. Del "pabloooo, ayudaaaa", de la pasión por Alonso, de las primeras semanas, de las primeras olas, del surfero de la tienda "puuuta, cachai?", de las fotos, los viajes, la supervivencia y la dieta de las hamburguesas "vegetarianas" del McDonals.
Despedirse de esa grandiosa ofi, de la loca de
Merche, de
Guenche tirando trastos a diestro y siniestro, de lo monas que son todas las niñas,
Alejandra, Elisabeth y Angela, del
Gudari hablando con los empresarios como Pepe Navarro, sus míticos e inovidables "acabamos como el rosario de la aurora" y " hay que darle más ostias que a un hijo tonto", los pistachitos en su casa, los partidos y su atlethic que un día me lo desgracia.
Angel vaciando tarjeteros, del odio al amor con chile, sus múltiples carreras y su God save the Queen. Y esa
Mary con sus "Pero Soniii, unos bodysss" , de las camisas sin planchar del
Juanito y de la voz siempre inconfundible de
Oitxu. Despedirse de la reacción "paulov" al desodorante, de los empresarios surrealistas y del tocinoooooo.
Despedirse de burt Lancaster, esa madri Adri, el cantautor Fernandisco, la guía para viajar sin cansancio de Espe-power, y esa Dulce-swett que tanto le gustó, los deditos de Anita, los momentazos Arpía, baqueira y demás Du mar, Las grandes parejas Carlos-Soni y Barbie-Raul de los que me declaro fan número 1, ese asado que acabó como más le gusta a Ales, esos bailes de puños fuera, esas noches de sofá, grandes entre los grandes, la loca de Ale y la no menos loca Ale chilena. Manuel & Manuel (UE y IIF) . Los cabezazos del Rafita. La guiri guay Blair, la flamenco-Toña, la Kata y los compis de clase de italiano y mis alumnos del voluntariado, los regalones Rodrigo y Gonzalo, y toda la gente que se ha cruzado en nuestro camino que ha hecho de este año uno inolvidable.
Muchas gracias a todos. You´ll never walk alone. Mil besos y abrazos, y os deseo lo mejor, se os echara mucho de menos.