Estimada People,
La verdad es que no se muy bien por donde empezar, y lo màs lógico será comenzar donde lo dejé.
Desde hace cosa de un mes he estado bastante viajero, primero me fui con un colega del trabajo (Pablo), que hace surf casi todos los días en Asturias, y el pobre estaba con un mono que no podía con él. Se ha comprado una tabla y va a intentar ir a la costa siempre que pueda. Así que alquilamos un coche y fuimos a Maitecillo, una playa a un par de horas de Santiago a la que van muchos surferos. Pablo estuvo cogiendo unas cuantas olas y cuando se cansó, ahí fui yo con el neopreno a intentar el noble arte de deslizarse. Y la verdad es que es bastante jodido, no ya lo típico de levantarse que por supuesto no conseguí en la media hora que estuve en las gélidas aguas... sino remontar las olas remando como un loco para que una nueva ola te lleve 30 metros para atrás y empezar de nuevo. En fin, fue divertido.
Otro finde nos fuimos todos los del curro, más algún otro personaje que anda por ahí suelto a Pichilemu, esto es otra zona de playa más al sur y a donde se tardan ya sus 4 horas, pero es más auténtico, hay menos gente, y alquilamos una cabaña alucinante entre los 10 que fuimos, ya os podéis imaginar, comer, beber, risas, playita, mucho descanso.
Y para que la cosa no sea sólo descanso y pachorra aproveché el puente de diciembre con 3 de mis preciados 8 días de vacaciones para visitar la Patagonia.
El viaje comenzó el viernes 1 de Diciembre, con un gran cansancio acumulado después de un par de días de no dormir mucho por despedidas de gente que ya se iba para España y demás. El caso es que pillamos un avión de Santiago hasta Punta Arenas los 4 Icex; Pablo, Sonia (galleguilla por excelencia), Roberta ( italiana, muy graciosa) y yo. Una vez allí lo primero que me llamo la atención fue un cartel a la entrada de la ciudad que era... el toro de Osborne??? tuve una doble sensación, por una parte la agradable de sentirme como en casa y por otra... que coño, plagiadores, a copiar a vuestra puta madre, pero que coño toros va a ver en Punta Arenas si está en el culo del mundo y no hay más que nieve (mirada del tigre, va por ti pablete) ...
Tras esta entrada y con la compañía de una amiga de Roberta, que vive en Santiago pero es originariamente de Punta Arenas, nos dirigimos a nuestra posada por una ciudad que parece sacada del oeste de la América profunda pero con las connotaciones de encontrarse la mayoría del año con temperaturas bajo cero, quizás el parecido sea más acertado con aquel pueblecito de Doctor en Alaska. Coches 4x4 gigantes, calles cuadriculadas, casas pequeñas de madera y metal y muy poca gente por la calle, todo parece que va muy lento, y nadie tiene prisa. Menos mal que en la pensión Betty (una hippie trasnochada de unos 40 años) nos trataron genial y preparaban unos desayunos muy reconfortantes para los madrugones australes.
El segundo día por la mañana aprovechamos para hacer algunas adquisiciones en la zona franca, una parte de la ciudad libre de impuestos, y por la tarde comenzaron las cosas realmente interesantes. Cogimos un barco que va desde Punta Arenas hasta la isla Magdalena, que en esta época del año está llena de Pingüinos. A la ida el trayecto fue una locura, este barco es un ferry de carga que aprovecha para en la época veraniega llevar a algún turista, pero no es nada lujoso, aquello se movía como el infierno, yo no había estado nunca en un barco que se moviera tanto, pero supongo que era normal con el viento que hacía. La cubierta se retorcía cuando chocaba con una ola y en algunos momentos os juro que parecía que aquello volcaba, no me quiero imaginar lo que será cuando navegue con tempestades de verdad, y eso que me tomé una pastilla contra el mareo de las que tenía Sonia, sino me veo echando la pota por la borda.
El caso es que llegamos a la Isla, y efectivamente había pingüinos para hartarse, no había nieve ni hielo, ni tampoco eran los típicos pingüinos que se ven en la tele en la Antártida, pero eran bastante grandes (70 cm. Según nos dijeron) y como hay mucha gente que esto de los centímetros no lo sabe medir del todo bien, digamos que llegaban por la rodilla. Estos pingüinos pasan la mayor parte del invierno nadando por las aguas del océano en busca de climas más cálidos, y sólo se quedan en tierra firme para criar en esta época del año. Nos contaron que estos fueron los primeros pingüinos vistos por los europeos, debió de ser muy gracioso... porque realmente es un animal chistoso, caminan torpemente haciendo equilibrio con la pequeña cola y es inevitable que te arranquen más de una sonrisa. Cuando se encontraban algún obstáculo en forma de cuesta se tiran con la panza y caminan a cuatro patas, es muy extraño.
Nos contaron que son monógamos y que pasan la mayor parte de su vida con la misma pareja y las hay registradas que llevan 20 años juntos. Algo que me sorprendió porque aquella isla tenía toda la pinta de una verdadera bacanal, fiestón de pingüinos.. todo lleno de madrigueras y miles de ellos yendo de aquí para allá metiéndose de vez en cuando en las cuevas por parejas, parecía “aquí te pillo, aquí te mato”... Por último era impresionante el ruido que había en toda la isla porque todo el rato había cientos de pingüinos haciendo... el ruido que hacen los pingüinos (piar, mugir, cantar... que cada uno elija el suyo). Era como el sonido de las trompetas de los estadios de fútbol y la posición que tomaban parecía una técnica de ligoteo a lo “yo tarzán”.
El tercer día nos levantamos a las 5 de la mañana para coger el autobús (tengo que acabar con la manía de decir esta expresión , que no paran de reírse de mí), fuimos hasta Puerto natales, un pueblo perdido al norte de la provincia, justo al final de la cordillera de los andes. Allí comenzaba la parte más impresionante del viaje, El parque natural de las Torres del Paine o “Torres del Pain” como alguno quedó en llamarlas después del sufrimiento.
Para llegar al campamento base tuvimos que movernos en un 4x4 que recorrió los 200 kilómetros que nos separaban de la zona principal del parque, fuimos a toda leche por pistas de tierra por las que yo no me atrevería a meter siquiera el coche, y conforme nos acercábamos a la mole montañosa el corazón se te pone a mil. Es una vista increíble, vas por una planicie y de la nada se levantan picos enormes que paran las nubes y hacen que todos sus alrededores sean verdes. Esta zona de los andes es volcánica, con lo que los picos no son la típica montaña en forma de pirámide, sino agujas rocosas, con miles de formas diferentes que parten de una altura de nivel de mar y llegan a los 3.000 metros, todo esto moldeado por miles de años de glaciares en la zona y de los que queda una masa principal que está unida en la parte posterior de la cordillera, llegando hasta Argentina que es la tercera masa de hielo del planeta después de la antártida y Groenlandia.
Intentaré resumir. Estuvimos 4 días en el parque, las niñas se rajaron el primer día viendo que no podían con su alma y volvieron al pueblo a hacer excursiones turísticas y Pablo comenzó ya el segundo día por la mañana (que fue un palizón de 10 horas andando) con la rodilla chunga. Así que con todo el macuto y cargando con la tienda de campaña para 4 me tocaba ser el que tirara con ritomo. El que haya ido conmigo al monte alguna vez se descojonará de la risa, ya que siempre he sido un quejica, y no precisamente de los que andaban delante sino más bien de los rezagados, clamando por una parada para fumar un piti.... pero aquí no hubo queja posible, no quedaban más cojones... si yo me quejaba el pobre pablo se cagaba en mí porque él sí que lo llegó a pasar mal de verdad. Pero el esfuerzo mereció la pena. El parque tiene infinitas vistas de lo más impresionante, cada valle tiene un microclima con parajes diferentes y en 4 días no das abasto de todas las visiones que te encuentras. Picos, glaciares, bosques que no dejan pasar la luz, cascadas, flores, lagos de un color verde-azulado, una locura.... Los bosques tenían partes llenos de árboles secos a los que el viento gélido patagónico había ganado la partida, en esos tramos de ascensión con cada vez menos vegetación y troncos secos, con las montañas negras de fondo que están llenas de salientes en el tercer valle, para el que haya visto el señor de los añillos es lo más parecido a mordor que debe haber en el planeta. Y por otro lado el primer valle, lleno de vida, con lagos, bosques verdes, temperatura casi cálida para lo que es allí, y cascadas. En fin Impresionante. Chicos, a los que os guste la montaña, tenéis que ir...
Por las noches pasé un frío de la virgen, sabéis lo friolero que soy, pero aquí no pude dormir ni un solo día. Dos camisetas, sudadera, pantalones, saco, y por encima el abrigo y todo lo que pudiera echarme, no era suficiente, y eso que por el día hacía más o menos calor, y era verano. No hicimos muchas fotos porque íbamos muertos y estábamos andando casi todo el tiempo, pero en algún parón dio tiempo a unas pocas tomas.
Después de estar en el parque fuimos a ver el glaciar del perito moreno en Argentina, es cierto que es impresionante, sobre todo por lo alto que llega a ser al llegar al lago, pero es todo demasiado organizado, autobús, zona de visión, barquito, todo acotado. Supongo que todo sabe mejor cuando te lo has tenido que currar un poco, y el glaciar Grey dentro del parque creo que se disfruta mucho más, porque hay que caminar para llegar, y puedes moverte con libertad, es más real, más auténtico. El esfuerzo hace que sea hasta más bonito si cabe.
La vuelta por Argentina fue surrealista, pretendíamos haber llegado a Ushuaia (argentina) o Puerto Williams (Chile), las ciudades más al sur que hay en el mundo y para ello fuimos a Rio Gallegos, una ciudad en la costa argentina que es de lo más feo que he visto en mi vida, toda la ciudad giraba entorno al mundo de los coches, talleres, fábricas de neumáticos, tiendas de productos tunning, en fin, el infierno, y encima ese fin de semana había lo que ellos denominaban la fórmula 1 Argentina, un campeonato nacional con coches parecidos a la Nascar americana.. los vimos en el circuito desde el autobús pero no pudimos ir al mayor evento del año por estas tierras... muchísimos coches iban quemando rueda en los pocos semáforos de la cuidad con el tubo de escape que se oía desde 10 manzanas. Espero que esto fuese influencia del fin de semana de carreras, no quiero imaginar como sea así todo el año, y para colmo ni siquiera estaba buena la carne que nos zampamos en un restaurante. Pues en este maravilloso lugar nos quedamos estancados y no pudimos llegar más al sur. En fin, un desastre.
El último día lo pase en Punta Arenas en un bar repleto de gente viendo el partido del Colo-colo, Que juega hoy la final del equivalente de la UEFA, si gana, santiago va a ser una mega fiesta.
De lo más gracioso del viaje fue la vuelta a Santiago, nuestro avión éramos nosotros, otro grupo de montañeros y todo lo demás eran soldados que volvían a casa después de hacer la mili. Una risa, los pobres debían de tener casi todos 18 añitos y cuando íbamos a aterrizar y la azafta comentó los 24 grados y cielo despejado que había en Santiago todos aplaudían, y a alguno casi se le caían las lágrimas. Se tiene que pasar muy mal ahí abajo 9 meses, y pillando el invierno, yo me muero. Y en España era una putada que te mandasen a Ceuta, esto si que tiene que ser un destierro duro... Oyoyoyoi, que frio que frio (va por ti Lucy).
Bueno gente.... el que haya leído hasta aquí, vaya mérito madre mía. Pero no respiren tranquilos que todavía queda lo de la muerte de Pinochet y demás... pero eso ya otro día... y juergas, festejos y demás paso de contaros, que más o menos hago lo mismo que en Madrid, os podéis imaginar.